Sin embargo la crisis del Covid-19, junto a la tragedia de las muertes e infecciones masivas, nos deja también muchas enseñanzas. Nos demuestra que aquellas realidades supuestamente imposibles de detener, si pueden ser detenidas. Pueden ser hasta transformadas (al menos por un tiempo) con voluntad, unión, solidaridad, obediencia y sacrificio. Cuando esta crisis sea solo un recuerdo, no debemos olvidar que tuvo que venir un virus contagioso y mortal para que volvamos a casa, para que oremos en familia, para que los políticos se unan al menos parcialmente, para que los delitos y la contaminación disminuyan a niveles increíbles, para preocuparnos por nuestros ancianos y enfermos, para que los radicalismos que destrozan bienes públicos se calmen, para que los jóvenes sean menos acelerados y para que las religiones dialoguen, tiendan puentes y trabajen por el bien común.